Fui rescatada del edificio 286 de Álvaro Obregón luego de quedarme atrapada durante el sismo del 19 de septiembre de 2017. Sepultada más de 36 horas, en la oscuridad y la incertidumbre, decidí que quería vivir. Por supuesto no fue nada fácil, pensé de todo y sentí de todo, pero la imgen de mi hermana y los sueños sin cumplir fueron mi ancla. Me aferré a la vida.

Luego de ser rescatada, una foto con mi sonrisa dio la vulta al mundo. Tras varios días de reflexión esa imagen que cautivó a México se convirtió en la imagen de que había sepultado el dolor de mi pasado, ese al que me aferraba y que cargaba a mis espaldas.

La palabra se convirtió en mi trinchera, desde ésta he podido ayudar con mi testimonio: entrevistas, conferencias, libros y cursos. Sí, mi vida cambió drásticamente, pero mi esencia es la misma; desde este nuevo aprendizaje estoy resignificando mi paso por la vida, tan efímera, tan cambiante, tan magnífica.

Desde hace un año y medio vivo en Madrid pues tenía una deuda pendiente conmigo: formarme para ser escritora. Perseguir mis sueños y hacer lo que más me gusta en la vida ha sido la mejor forma de honrar mi vida, de honrarme a mí.